lunes, 4 de junio de 2012

seleccionando y afinando



                                                 VENTURA Y DICHA








































…Asombrado al percibir un desajuste entre mi grito y mi vida (…)
cuestionaba los límites; no pude soportar la ficción,
yo le exigía la realidad, me volví loco.
                                                                            Georges Bataille

En lo negro se yergue hasta una rosa.
                                                                                    J. Guillén




































NO HABLARÉ de algún deshabitado
 paraíso. *
No tengo ya utopía;
no olvidando el dolor, 
me prenderé a la flor;
tendré presente el regalado fruto de la vida.
Seré acaso algo más que ese cuerpo danzante,
errante
 y transido por las horas.

Reiré también, 
pero más me asiré a la sencilla               
 y olvidada razón
-esa alegría,  
 de aquel que no tuvo camisa,   pero al fin tuvo una.





























*Pero, la Noche de la que Hölderlin decía “hasta la roca oye tu lamento”. Dirección y Consejo. ¿Por qué no nos amamos?






















APRENDE a distinguir
 las voces
de las algas amarillas, y gózalas

Voces que jamás se atreverían a lastimarte;

escogen delicadamente las palabras
y pesan los milenarios eones... 
-fuente y gobierno,
 único y ausente,de  sabiduría.....

Suelen llegar
 hasta el oído atento
de las horas del día,a través 
de la Jungla
espesa,
que gime, canta
y que traduce el viento.






























SOY EL QUE FIJA el luto y el acento
de las oscuras Leyes de los muertos.

Atravieso por pórticos de huesos.

El mirto, sólo el mirto podría comprenderme,
sólo el comprende.

Él, el que ama.

Él, el de la sábana blanca de la verdad
encima.

Él, sólo él comprende.

Él, el que ama la vida.































DERIVACIONES, voces, duermo.
Un relámpago en el monte de Eta.
Habla Sófocles en voz de su progenie:

Hembra soy/ nada ruin tiene en mí abrigo/
Eros el púgil que invita a la batalla.


Me levanto, camino, doy dos pasos.
Encuentro un matorral:
¿qué esconde?

La serpiente arregla la camisa a un hombre derrotado.




































CUANDO UN hombre cualquiera
es abandonado,
se tiende en el piso de su casa

—llameando el pecho—

y un espeso y negro humo
se levanta
hasta tocar el cielo.








































SOY el que Sueño mi Lord
soy el que Sueño, no lo olvideis...


Cuando se busca la verdad y el valor
 de los pueblos,
vive el Sueño.

Tú que empiezas:
maneja tu propia máquina de sueños.
Utiliza el dolor para sentirte vivo.

Palabras enlazadas, ocultas armonías,
envolventes,
lo único que queda.

































                                                          Sacudirá su cuello esa blanca agonía
                                                          que el espacio a infligido al ave que lo niega
                                                          mas no el horror del suelo que apresa su plumaje.
                                                                                                     Estéphane Mallarmé


AGONÍA del alma de aquel 
que tiene
el caminar de los albatros 
en la proa de los barcos;

del que sabe que mucho hemos perdido
con los dioses huidos, silenciados.

Nerval ¿alucinaba?:
esos dioses que lloras tendrán forma visible.

Tiempos heroicos, tiempos 
de los fuertes,
cuando el poeta podía decir:
quiero morir
a filo de obsidiana

cuando el esclarecido
(las musas son perfectas, por lejanas)
de la patria alemana decía también:

Acógeme en tus filas para que yo no muera
de una muerte banal.


























QUIZÁ se sabe:
cuando un hombre está 
en los estertores
se contorsiona y sufre,
en algún lugar  un corazón responde:

una tumba o una mujer en un cuarto
 lejano.
Algo  se altera ahí
En la tumba habrá algo más que un crujir
de huesos
(es verdad eso del polvo enamorado)

En la mujer lejana 
algo transforma su mirada.
Habrá una vaga sensación,
un extravío fijado en una nube

o en la sombra
 del filo de una hoja.

Verá sin nada ver.

Esa mirada —no hablaré de la carne,
verá sin saber nada.

 más tarde recibirá el llamado. en otros huesos-carne, 
en alguna otra mirada,
la misma historia volverá a repetirse.

La misma.























ATRAVESABA la ciudad
por ver una película de Fassbinder.
¿Se descubriría por fin la mujer 
alemana?
La roca madre que parió empresas 
infinitas

 y extravíos...

La dura, carcomida roca, 
arrastrada y purísima
que se da a cualquiera,
 porque sabe,
porque quiere.

Atravesar la ciudad y regresar
 a tientas, caviloso;
las desleídas luces y las calles solas:
signos del espejismo en  el incendio

Sirenas a lo lejos.

Los rostros, los disfraces: el miedo.
¿Qué queda?

Fassbinder penetrando la piel oscura
carne adentro
donde brotaban los milagros 
de la imagen:
hombres silenciosos y pesados
en calles silenciosas, desoladas;
amando a mujeres
 herméticas, calladas,
en cuartos en penumbras y en los bares.

 historia,la de  ella.
dos palabras,las de ella. La densa, 
silenciosa 
crepuscularidad

murmurando ella misma (y para ella).

















VIDA intensa o no

pero la vida.          el rugoso 

tronco 

que debieras tocar

                                    y ver,

enciérralo en ti mismo,

 estréchalo

 en tu pecho extraviado

y llévalo a tientas por el lodo.

La flor que oprimes,

 la mujer que conoces
(a la manera de la Biblia)

esa piel que acaricias.


Los cabellos
que te llevan a la raíz del cráneo–––
resbala, 
húndete entre ellos
hasta asirte a sus puntas.

Es el mejor destino.

































Y SI PESO la sentencia 
del oráculo griego
conócete a ti mismo,

qué resumo.

¿Me conozco al verme reflejado 
en los ojos
de los otros?

Si repaso mi origen  y mi historia

 ¿me conozco?

Si atiendo a las reacciones
 de mi cuerpo:
cómo cambia 
la expresión de mi rostro
cuando es habitado 
por algún delirante- insospechado
 pensamiento

¿me conozco?

Y si escucho como resuenan 
mis pasos en la calle
o me veo 
enrollar mi propia sombra
como cualquier alfombra

¿me conozco?

Veo a mi corazón  entristecido
mirando
 mis desoladas manos.

¿bastará  eso?

Que sea larga la vida.


















QUÉ escribe

                     qué revela
aun si atiende a su verdad 
rrenunciable,

 en la más alta soledad de la más alta 
cumbre

o en la caverna 
fraternal y amiga
oculto entre los hombres.

Qué encierra, qué
 será
 de su repetido testimonio.

Quién podrá descifrarlo 
 recogerlo intacto

caliente aún

y guardarlo en sus alforjas.

–––y ¿qué será de él?

Contestan antiguos y presentes:

lo perderá.

Ha de seguir no obstante, 
y detenerse en el cacto,

la montarás biznaga,
la flor de chicalote,

bajo la lluvia mansa y milagrosa,

con fugaz alegría;
 tal vez desconsolado,

descansará en la bruñida roca.

                        Ya atraviesa
con su mórbido, incivil secreto
 de hablar solo,
su interior y alígero desierto.

















LOS POETAS  ya no atienden 
al cielo—.
El Padre,  El Ángel ,El Dador de vida,
pasaron
al desván de la poesía

No por eso el canto se ensombrece.
Si mira estrellas mirará
 reflejos,
se detendrá en los ecos
y los planos
iluminados a lo lejos.

 La mirada poética
 ahora no pasa de las nubes.

Baudelaire sería el último;
el primero.

Se detendrá en la tierra 
y las humanas
 cosas
queriendo hallar la  sin igual belleza.

Atenderá los estados del alma.

Para mí, la palabra, 
la mirada poética,
se introduce en la cosa 
y la obliga a elegir;

o rechaza o se otorga, como gracia.






















SEFERIS lo supo desde entonces
Ponto, Estigia, Hades…

Para poner al cielo en su justo lugar
hay que hablar con los muertos.

No quiere dar lecciones,
no demuestra interés alguno
(destaco frases sueltas y subrayo).

sencillo y reposado. Algo,
 no obstante,

le hace dudar: mira las flores.
La vista detenida  no viendo nada;
ni forma ni contorno,  pero aspira 
l aroma.

El cielo infame lastima mi cerebro.

Insistiré; toda la tarde leeré este libro.

(nunca decir lo falso te será permitido).

































SOY el que desafía, 

el que no se consuela,
el que nunca llega

el que nunca encuentra.

Que nadie se me acerque....
mi método es el desequilibrio.

Lleno mi jarra y la apuro
 hasta las heces.

Las avispas no pueden
 convertirme
en gusano de seda.

Viajo en el carro rojo de la vida
desbordado de muertos.

Si pregunto, con Heidegger, 

por qué
el ser y no la nada,
tambaleo y me aferro a los huesos.
Veo nocentes a los árboles.

Veo nacimientos y flores y montañas;

pequeñas muertes —todo transitorio 
y contingente.

Regreso a lo pequeño.

Las avispas no pueden convertirme
en gusano de seda.























                                                               Padre nuestro que estás en los cielos
                                                               Quédate allí
                                                               y nosotros nos quedaremos
                                                               sobre la tierra que a veces es tan linda
                                                                                              Jaques Prévert


<<DILO TODO
o no digas nada>>
 Truena la voz en las alturas
—una de tantas, 
desnuda, joven aún, eterna: indiferente.
(La voz de Dios, dice la Biblia,
es oscura y densa
como el mar — no es este el caso).

¿Quién desnuda a los dioses?

Mejor hacerse el sordo y seguir maldiciendo.

<<Tierra, no cielo>>.

Así señala el griego coro (ahora).
Lo mismo dice Helena  de Troya (ahora).

La voz atiza otras, varios señalamientos,
todos quieren hablar; me impongo.

¿Qué gano yo con estas 
frases sueltas?

¿Qué tengo yo qué ver 
con todo esto? 
  
              
                               ¿LO SÉ YO?































De los caballos de Aquiles: y las nobles bestias
                                              seguían llorando
                                                                                                                                                             Cavafis

HARÉ una propuesta

sobre la humana,
muy humana

tradición del llorar....

¿Quién atiende a la lágrima?

Lloraríamos todos, todos lloraríamos

a una hora fija y en el mundo todo.

Por nosotros, por todo lo cercano y lo lejano.

Por la vida inabarcable hecha de preguntas
sin respuestas

por nuestra larga historia
de inocencia.

¿Qué sabe el hombre cuando dice Mal?
(¿es banal el Mal?).*

Habremos de llorar por lo pequeño

por lo que somos

¿qué? en el vasto mundo

o porque estamos solos.

En  el mundo a una hora fija,

un hombre abraza a una mujer

y una mujer a un hombre;

el que está más cercano.

Llorar, hondamente llorar,

que la lágrima llegue hasta el cartílago.

Hay un llorar sin lágrimas,
algo como un saber total
y que no tiene fondo y quizá ni nombre.

Llorar hasta saciarse.


La aldea y la ciudad llorando toda...

Callo, espero  me atiendan.

Hoy inicio;hay aquí un hombre
y también una mujer.

Son las diez de la mañana.




* No recomendaría a nadie ver lo que muestra el párpado cuando se indaga el cáncer. Hannah Arendt debe tener razón
























<<DESNÚDATE  benito, sal a la calle.
Soy un pez del medio del océano,
a mí me gusta que me miren>>.

Aguzo el oído y llega la imagen a mis ojos:
veo el océano.
Cantó más alto y bajó una octava.
Yo estaba atento ante el pasmado mundo
y todo lo veía
y todo lo escuchaba.
La voz seguía.
Algo se dijo en las costas de Galia (indescifrable)
Algo dijo también el lejano Archipiélago
extraviado en sus gestos.
En las costas de Albión otro miraba a todos lados
sin entender y parecía irritado.

Largo rato escuché, atento y viendo todo.
Al fin llegaron las voces encadenadas de los lotos,
todo ecos –el Trimurti.

Pusieron todo en orden, por mi bien,
y para mi cordura, la insólita secuencia.





















.... MI ÚLTIMA ronda por el mundo.

Hijos míos siempre me equivocaba

Sé, que en algún lugar dentro de mí
habrá algún aguijón,

mas también una gracia.

Lo primero será mostrar las manos;

que ellos, que los otros digan:
dibújame un caballo,

cámbiame de lugar esta maceta,

o escríbeme un poema…

Cambiar de lugar esa maceta me obligaría
a levantar más de una piedra…

Dibujar un caballo me llevaría al rancho
más cercano…

Y hacer, finalmente, ese poema,
a conocer la mujer, la soledad, el dolor
y a vivir  al menos una muerte

 —adelantada.

Haré, pues vivo de prestado,
mi última ronda por el mundo.





















QUE HABLE EL ignaro; el que se dirige
por igual
al templo y al prostíbulo—

y recibe la hostia.

El que engorda la lengua en el café...

 satisfecho la muestra.

Que hable el ignaro, el de escasas certezas
y de los sueños muchos.

El que sabe, cómo podría evitarlo,

que, malos olores,

contrechas formas salen de Catedral,

la originalmente plantada en ahuejotes....


-ennoblecida por el rojo tezontle.

Habla la florida roca en que se asienta;

que hable el ignaro, el solo,


contra toda esperanza.



























SOY A MI manera  santo,
lo aseguro.

Para que no me canonicen


precisamente para eso.

No podría soportar al purpurado.

Ahora que me ocupo de la muerte,

 o de la santidad-
que vienen a ser lo mismo, sé,
(como lo saben ellos): 

no puede perder tiempo.

Voy por la calle; tengo que dar un salto 

un auto casi me atropella.

Así abandono en el arroyo mi dorada aureola
—que
 Él me puso.
repito: no podría soportar al purpurado

Voy ahora como aquel personaje de las prosas

Viajo de incógnito y me entrego a la crápula

Soy no otra cosa que un “simple” —el de Gracián,

pero no el de san Pablo.

A mi manera, santo.



























MÍRELO  sumergido

 en ese mar profundo
 que hace los huesos fríos,
pastando los caballos de los genios.

Véalo usted resucitando a Empédocles
contra su voluntad ..éste, purificado, quiere
sólo su encierro en el cráter del Etna 

Véalo usted ahora cómo voltea la cara hacia el Oriente,

cómo arroja a lo lejos la manzana de Eva

cómo regresa en espiral inversa: desprendimiento,
piedad, dolor y con él, a lo que se ha llamado
resurrección, la de todos los días…

también debió decir:
Pablo de Tarso huele a Jerarquía,
dignidad y cargos.

Sabría finalmente que navegar en el foso
de lo interno puede ayudar a resolver enigmas.

Quizá encontrara la escritura del mundo.





















ESTE HOMBRE se da mucha importancia
y se disfraza
con los peores trapos.

<<Hay que perderlo>>, se dijeron los dioses.
<<Entre otras cosas, hay que negarles fuentes,
que no lea>>.

Tomé —contra todo consejo, De profundis.
<<Déjalo>> gritaron desde arriba.
Y yo ¿por qué? (recordé la frase políticamente
consagrada).

Seguí contra toda corriente.
Algo debí obtener.
Wilde está en el Index de los cielos. Por tanto…

<<Quien te manda haberte dirigido al cielo>>
Dijo la voz de ese que habla.



























                                   “Hasta vosotras, oh islas tal vez un día
                               llegue un poeta sin patria; pues
 ha de vagar por lugares extraños…”
                                               Hölderlin


¿QUÉ HACÍA en aquel tiempo?
¿Qué batallas en el espíritu libraba?
Fui perseguido hasta el Mediterráneo
por el hacha, hija de la Selva Negra
                                             y los Valles de Rin

 -y con razón…
Había penetrado como viento sin reposo
aquella choza campesina- si bien  descalzo;
ribereaba en el Elde.

Recuerdo los muebles de madera,
los utensilios todos
y las sobrias paredes.

No debería decir que huyó conmigo;
que a cuchillo fue pasada.

La buscaría después, errante,
en algún roble de Luttea.
Nevada estaba; su tronco amaba
y su fronda toda.

Era joven, quería conocer todas las tierras;
buscaba la aventura y el amor
(el deseo indescifrable…)

Debí tomar un barco porque llegué hasta Quíos.

Qué viajero no es allí bien recibido
cuando se hace esas mismas preguntas.

Hincando las rodillas —me bañaba 
en las Fuentes

la mano
se posó sobre mi hombro;

me prendí de sus  lanares faldas....
















ME PREGUNTO dónde poner el cuerpo de los muertos.
La batalla de Antígona entre el cielo y la tierra.
Dicen las voces ay, no mueras; pero el hombre
ay sigue muriendo

Mudar de nombre: frío, inánime, callado, silenciado;
nunca quiso la mullida cama, por qué dejarlo
ahí, si duerme, mejor lugar quisiera.
Dónde ponerlo, dónde

Habrá el que cayó en el campo de batalla
con otro, por los otros ;ni buitre
zopilote o hiena importan ––– de esa sonrisa
no sabemos nada; él sigue siendo el viento
que se agita y mueve la bandera.

Dónde encontrar el lugar preciso para ese
que no fue honrado en la batalla
¿dónde el lugar?

El que así bajó a la tierra  
mudo estará, se quejará de frío,
vagará
descalzo por ciudades que le fueron ajenas...

Me pregunto por él y no hay respuesta
por más que tanteo buscando un horizonte.

Nada para el “tibio”, el indeciso, nada
para el complaciente. Nada.

Nada para el que no ha muerto
con el Sueño en la frente.

Para él nada.
















SABÍA QUE no es junto a la roca dictada*
donde suelen descubrirse la voz
y las miradas de los dioses.
Alguna vez descubrí un santuario
en algún punto de la gran ciudad.
De esa emanación supe, hecha de sombras,
tierra negra y limpias y vaporosas hojas muertas.

Me dijo: <<Me mostraré ahora>>.
Vi unos ojos tratados por el círculo.
Notaría que mientras la lente se acomoda
podrían variar las formas y alterarse.
Más abajo el inspirado signo mesoamericano.
Por qué la alta densidad y la pesada atmósfera
mostrando apenas los símbolos con el esfuerzo
de querer fijarlos.

Estos dioses parecen habitar oscuridades
dentro de la montaña o la pirámide
No castigan el párpado con esa luz relampagueante
y a veces imprevista; lo protegen y más bien
se duelen ¿a quien pertenece aquella obra?

Largo rato, largo rato estuviste valorando
la benignidad de Ometecutli (no Ometeotl)

¿Cómo puedo agradecerte?
—Hazme un santuario
—No me gusta, yo no hago santuarios

Estos dioses no te dicen <<Cállate>>; ni <<te explotaré el cerebro>>, no lastiman oídos; estos dioses hunden la mirada en la hierba y el paisaje.

















*a propósito  de  las de los trabajos de Mircea Eliade



























CANTAR un desamparo presentido.

Recurro a alguna playa del Atlántico.

Rotas casuarinas más allá de la arena,

a lo lejos un faro.

Una piel se aleja  y con ella un mundo;


un olvido te espera; 


perderás más de una mirada

(podría una mirada serlo todo).

Perderás un cuerpo nunca tuyo


Errar, que no te vean la herida.

Cantar el desengaño de la Noche.

Cantar la voz, imagen y sus nichos todos...

 que te sirvan …

Que alguien te atienda o no 

¿qué importa?


Saber el  mundo...  amistad...y enlace.

 que las rocas dialogan y todo reconcilian.

Encontrar lo esencial: 


que seas llamado.


Saber de del viento ligero que recorrer

todos los caminos,

                                                         y buscarlo.


Llegar, ser recibido.


Recordar, finalmente y consolarse


-estúpidamente consolarse-


con la frase de Swan:


No era de mi tipo....
































<EL QUE QUIERA  SABER de la verdad
debe comer judías>>.
Una mano te ofrecerá un puñado de frijol
en la batea.

Una visión nocturna quiere vivir en ti,
quiere que en ti fecundarse,
quiere su poética justicia.

La visión es quimérica. Pero mis ojos
quieren ver esa invención de dioses.

Alguna vez hace muchos años
en un corredor
de alguna casa de provincia
había una madre rodeada por sus hijos
y un apaxtle entre ellos
recién salido del fogón.

Veías los destellos de sus ojos
junto al placer y al gusto.

Lo verías –del frijol hablo, en el coamil, serpenteando
la caña de maíz.
Flores blancas y cogollos morados.

No existiría el mercado si allí
no se ofrecieran esas piladas
de frijol: negro, chino, peruano, flor de mayo…

Nadie quiere saber de esta verdad.
Nadie lo sabe. Esparcí fríjol negro. Categórico

En todo el horizonte, sólo una voz,
de mujer,
voz escondida en una estepa de Asia;

considera:<< yo nunca lo he probado>>.

EL frijol una verdad esconde, campesina




(ríase la gente).

















                                                                                                        Algunos seres (…) pertenecen
                                                                                                            a un destino aislado, a una
                                                     esperanza desconocida.

                                                                                                    R. Char

HAGAMOS UN alarde de hermetismo.
Habrá blancos y habrá azules. Dos lugares
distintos de la geografía (los blancos
son magníficos, sobre ellos regresaré más tarde)

De los azules ya he hablado sin decir gran cosa.
Vigilancias, como ya apunté.
Desde allí
vendría alguna que espero no se pierda.

No se extrañe que hable de Espíritu y de imagen.
Blanco y azul quedarán en misterio, no sé si para siempre.

Blancos éramos en un solo delirio cuando
tocamos Gibraltar, después de batallar (tanto),
sobre la callada España.
El blanco, un pie sobre los Pirineos
extendió la mano hacia la Galia.

El magnifico blanco el imposible

No iríamos más allá pero veríamos
el símbolo azteca, hijo de la sombra, sellado en el amplio territorio.

Habría ahí una justicia blanca o era sólo una
delirante provocación. No lo puedo decir.

Sólo sé que el blanco es el cuerpo
libre, en movimiento, y músculos atentos
entre la libertad de la danza
y la búsqueda de un orden (otro).
Ni ira ni coraje ¿justicia? No lo sé.

El blanco se mesará la barba hasta el pellejo
con áspero masaje. En lejano lugar
otro hace lo mismo; así juegan en sus
cuartos de locos y emprenden delirantes empresas.

El mundo es muy rabón porque no sabe
restregarse las barbas (nótese
que digo mucho más con esto).






















FANTASÍA 
imágenes y sensaciones:

Habrá una muy alta Pléiade en algún viento
al ras del suelo, en algún páramo
o un muy alto cielo.

Ahí deberá fijarse lo que ha quedado escrito.
Quizá deba ser recogido como herida
en algún tronco.

Sólo tres páginas, en el mejor papel
y al viento láncese. Todo serían signos
de los meandros de la carne, cualquier carne,
siempre que en el viento vaya hacia las llamas.

Todo estaría encerrado entre el maíz
y la judía; tal vez en algún mirasol,
como aquellos que les llamábamos acahuales
en el valle que mira el Cerro Gordo.

Inclúyase en esas tres hojas que le digo
la sonrisa del guerrero maya, del azteca,
pero también del celta, del que hablaré
ahora:

Ésa lágrima interesa; podría sorprender
que más de una vez apareció en mis ojos.
Sería por haber sabido y atendido la pasión de Juana.

(Nunca pude encontrar el gato negro en las
cenizas) ¿Importaría haber visto los pechos de Marianne?

¿Importa la calle sensitiva?
¿La risa de Voltaire en el aire dibujada?

¿Qué miraba Nerval, yo qué miraba?
(¡Qué atavíos que presencias del Anáhuac!)
Esa luz en los ojos —¿de los ojos?— esa lágrima
Ese rayo violeta de Sus Ojos. La seducción
que invita.

¿Y la densa sombra animal de los estratos
bajos donde el druida conjuraba rayos y tormentas,
esa Garra, concentrada defensa?
Que estas hojas las disperse el viento
y se funde una Danza.
Qué importa si soy nadie, Nadie.












































































UN BAJEL en el medio del mar.
No lleva plata en sus bodegas
ni cañones.
Va sin remos ni timón ni dirección precisa.
Sus tripulantes bajarán las manos a las aguas:
se alimentan.
Historias cuentas que recuerdan o inventan.
Saben
que están a merced de todo viento.

No se preocupan.

Mañana crujirá el velamen, caerán los mástiles.
Tienen fe.
Como Sócrates, saben que por haber sido sabios
y justos y valientes,
después de la muerte irremediable,
llegarán al lugar –eso otro–,
a encontrarse con otros hombres
también como ellos sabios.

Conversarán ahí reviviendo la gracia
de haber mirado el sol y pisando la hierba.



































PERMÍTASE VER mi pequeño mundo.
Imaginarlo.

En el jardín habrá una fuente de cantera rosa
(bien tallada)
Las piedras florecidas o labradas, toltecas o mexicas
nunca son propicias… para esto.

Hagamos que nos visite una muchacha ( dos)
Por la mañana llega la muchacha clara;
va al fondo del jardín y corta un fruto del naranjo.
Ahí mismo sonriendo lo lleva hasta la boca.
Yo la miro.
La muchacha morena llegará más tarde
(Pur´hépecha, necesariamente). Llega con su atavío
característico para detenerse ante los brotes
magentas, solferinos de una flor que miro
y que no conozco (el nombre que me dan no me parece bello: no lo digo)

No veo más, más no quiero.

Bueno, quizá un venado, que por un minuto
aparezca, inclinado, tranquilo, gozándose
en la hierba ;
pastando en el amplio jardín que está
a la vuelta de la esquina.



































¿CUÁL SERÁ el problema de la hormiga?
EL hombre tiene muchos.
Ella vive con poco
y es humilde.
Hace caminos por el monte.
Roba maíz al campesino.
Allá va con el grano en lo alto.

¿Qué sabe ella?

Es como un niño pobre que alguien ha dado
alguna cosa que podrá cambiar por algún peso.
También, a su manera, es una hormiga.

¿Quién podrá saber si se alegra
de la miga que le ha sido regalada?

Seamos pues, contra toda protesta, como hormigas.

Como aquel que buscando en los libros
encuentra, al fin, uno que le duele
en cada página que gira
y se le acaba.

Ésa puede ser también la miga prodigiosa—
milagrosa
y regalada.




























¿QUIÉN ES el que escribe?
No debiera tener nombre ni nación.
Dice para si: lejos de mí la patria
—eso mórbido que encarcela y condena.
La lengua sola y las humanas cosas.
Consagrado a la mina del fracaso,
irremediablemente mirando a todos lados.

Ahíto.

De aceptada carencia.
Con demencia congénita e ingénita.

¿Qué hay de mejor en él que puedas recoger?

—No, nada; nada quiero de él; de él nada me importa.















































PASEO RÁPIDO por América del Norte:
La verdad más en la luz que en la palabra:
<<El hombre americano más
hacia el Atlántico
que mirando al Pacífico>>
¿Qué?
Si la luz muestra la secreta ternura
si paseo muy al Norte
llegando acaso hasta el Estrecho,
luego
tengo que dar un salto necesario
para llegar a México (en el vuelo recojo):
<<aquí no vengas, no vengas, no se te ocurra>>.
Repaso y digo: hay aquí voz y también
luz donde encontrar al menos dos verdades
demostrables, y quizá alguna (voz) indescifrable.
De lo que estás seguro es que debes dar ese salto:
<<aquí no vengas>>.
Si finalmente recordando:
la mirada extranjera sacrifica el colibrí.
No me equivoco (de luz hablo).

La luz quiere estar en la palabra
porque fue olvidada.






































<<¿DÓNDE estás?>>

hay  esperanza:

alguien pregunta y busca,
ya en la noche o cuando el día alborea:

<< ¿Dónde estás?>>

Ya encerrado en soliloquio eterno;
ya con el coro amigo.

Podría ser un árbol,
una roca,
incluso un hombre.

El  Imposible    -lo que no llega,

lo jamás hallado,nunca encontrado;

siempre negado.


La razón incontrolada del objeto duro
humano, demasiado humano.

Lo prodigioso, inútil,
deslumbrante –que se quiere vacío.

<< ¿Dónde estás?>>

Aquí estoy, en este cuarto,
en cualquier ciudad, en una, en todas.

Nunca sabrás de mí ni yo podré encontrarte.


¿Dónde estás?





















<<QUÉ CELEBRAS>> La frase llega
bien no sé de dónde.
Aquel que vive y se resiste a la muerte
                                   —aunque se ataque,

¿algo celebra?

Las siete macetas florecidas, entre carmín y solferino,
son ¿encuentro o llamado?
Me pierdo en ellas.

La loma a la distancia que miro desde aquí,
ella ¿me llama?

Entonces digo: sólo hay que atender a los llamados.

Si llegas de improviso ¿serás bien recibido?
—Sí, si tú fuiste llamado.

El mundo no es tráfico y comercio, sino una larga
espera.

El deseo madurado en el silencio —la fecunda carencia.

Celebro el mundo todo. Él me desea y espera
—acaso me pregunta.

Yo soy el que contempla.


























ESE CORO que escucho allá a lo lejos,
constante, insistente, inacabable,
parece toda una relatoría.
Canta
no sé a quién todos mis actos
y penetra
mis más ocultos pensamientos:

Mira ahora como poseído por un dios antiguo
la taza de café, que humea; se goza
de las formas naturales y bellas
del lustroso frijol
encerrado en la bolsa transparente.

Todos mis desatinos y mis desvaríos
los canta este coro femenino
de los lejanos
y nobles Archipiélagos.

Quedo solo:
un hombre se ha inclinado en las baldosas.
Mira a un grillo y parece hablarle.

Lo escucho decir: <<grillo ¿dónde andas?
No es este tu lugar. La ciudad pierde>>.

































QUE SE DESNUDE la   mujer
aunque el tiempo pase y abdiquemos.
Aunque seamos cada vez más pequeños.

Que habite sola en su propia Lesbos;
que diga lo que vio, lo que imagina:
Dos garbanzos de oro brotan
sobre las aguas.

Que haga filosofía (aunque Sócrates diga
que al amor es sofista): es dulce amargo
y dador de penas; sólo presa, narrador de ilusiones.

Que hable, que diga qué retienen sus ojos,
qué es lo que ama.

















































PRIMERO FUE una aspiración
fijada en una tranca campesina.
(al final se convertiría en luz y voz
que siempre buscarías,
siempre).
Primero sería Isis y Thalía; Venus y la Diosa Blanca.
En otro orden, para ti más cercano, Itzpapálotl
y después Tonatzin.
Keats habría de encontrarla
en La bella dama sans merci.
Shellei en Emily.

Siempre podría transfigurarse en Beatriz, Laura, Fuensanta, Diotima…
Tantas, tan necesarias, nunca bastarían….
Siempre fueron la verdadera Musa.

Pueden llegar hasta el oído insomne
y extraviado
y parecen hablarte.
Por altas (siempre se encuentra alguna altura)
o por bellas
sabrán siempre propiciar el canto
—ahí la mano corre como guiada.

Quizá buscara el yelmo, la coraza, el gorro frigio
y los pechos desnudos
deteniendo —no guiando— a ese pueblo
que hablaba de igualdad y fraternidad.

Quiero pensar:
todo sería encontrar a Marianne.

Quizá Marianne fueran todas.

















DETRÁS DEL ESPEJO ¿no habrá nada?
Detrás del que en él se mira
¿no habrá nada?
Leonardo, nuestro mayor escrutador de rostros
¿no halló nada?
Por qué llora mi padre allá a lo lejos;
creerá que he regresado a la locura.
Cómo llora la carne cuando llora.
El rostro cuando llora parece decir nada
del dolor de la carne.
El dolor es inmóvil y escarba hacia lo interno.
El dolor de mi padre
—pues me siente—
instantáneo y espeso viaja como nube viajera.
El llorar de ese brazo,
de esa pierna en la tumba,
debe incendiar el mundo.
Y sólo llora el mundo porque ese brazo llora.
De eso, frívolo, el espejo, nunca dice nada,
y nunca sabrá nada.

más allá de tu rostro, en el espejo hay un foso,
algo como una sombra vaga y envolvente,
apenas insinuada.

































TÚ QUE CANTAS ahora
olvida las espinas de maguey
y ve a Tlalocan —
una montaña,
siempre una montaña, pero no cualquiera…

Busca la guía del morador
de la región del frío. Ése del pie faltante,
el invisible.

El que fija la huella de su pie en la ceniza–––
dispuesta para ello.

No te quedes ahí, regresa pronto;
busca las blancas juncias y los sauces blancos.




























DIJE POR provocar a todas las Potencias
quién no busca amor, piedad o entendimiento.
Nada perdía, perdido todo.
El mundo en mí tendría que expresarse:

Iré esta tarde al centro de la ciudad por una cuerda;
mañana en la mañana me ahorcaré.

Fui intenso, quise ser convincente.
Podía bien hacerlo o no.
Me recosté; se está así más atento.
Fue el cielo el más interesado –¿conmovido?
Aumentó su potencia:
<<cuando hablas solo eres cuasi poético>>
Hablamos más, mas no querría abundar.
Sugería que olvidara el asunto.

Lo que ella tenga de santo lo sabrá el cielo.

Aunque no lo creamos, aunque lo neguemos,
lo sabrá el cielo.






































DIJO EL POETA laureado (el mismo
que en la tumba se ríe):
Ese hombre es muchos hombres.
Visión: iba solo, vencido,
buscándose a sí mismo,
en lo que parecía la espiral caótica y dominante
de la Ciudad de México (eran los ochentas).

por qué el lazo en el cuello 
y dentro del pozo?No quieres escucharnos? Vivo ciego!
de los recursos de las almas de los transformados
 poco sabemos...

¿Podría comunicarse la negrura metafísica
del hombre: sombras, brillo, que todo lo revela?
¿Quién elabora esta breve secuencia para guardarla dónde?

Tomé un libro de él, que hablaba de remisos indios
y de catecismos nuevos.
Luego otro y otro. Leí y abandoné.

Su otro yo, el oculto, vaga por la ciudad ahora.
Pasa humilde perdido entre la gente.
Alguien lo mira y dice a otro: <<es un hombre bueno>>.
Otro lo repite, y así en larga cadena: <<es un hombre bueno>>.

Y luego ese otro, ya solo  dice para sí mismo
y para ese otro que el nunca sabrá:
<<también he sido pobre,
también he sido pobre>>.

En tanto sale a las multitudes y entre citas 
de la Biblia
arroja un texto más entre la gente,
dignificando el cuerpo, perfecto,
bello y multitudinario que se hace retratar.
Sale en televisión con alguna ocurrencia
por -todos- celebrada.


Ya en Portales, entre los  demasiados libros,
contesta las llamadas de sus muchos amigos:

finge la voz de provincianas patèticas abuelas.





















DÍGASE DE MÍ, si usted lo quiere,
 señora,
señorita, lo que de peor tendría Pessoa, Dylan Thomas o Darío;
dígase.
Pero atiéndase al matiz: nunca dialogó con algún poste
de cemento; sí con montes, dígase.
Sentado en la silla preciosa de Van Gohg –esas
dos sillas- y con sus dos orejas, dígase.
Infinitamente dialogante, infinitamente.
La larga marcha atacando interiores, recogiendo,
hasta desvanecerse entre los otros.

Un taburete liado con mecate serían uno, sin por qué ni cuándo.

No se equivoca quien sabe reconocer su sangre
chorreada entre las piedras del camino, no se equivoca.
Luz e insania atacando la médula del hueso
con un poco de trote en el infierno, dígase.

Dígase que miró a un hombre inclinado
sobre papeles viejos en una biblioteca
--poeta viejo.
Que vio a otro, aún más viejo, regresando
del monte con un morillo a cuestas —y silbando.

Dígase que supo de la mujer que lo reconvenciona.
Esa defensa repartida a lo largo de la noche
en toda batalla espiritual —cuando vale la pena.


Dígase, finalmente, que toda la Lección
fue recogida y con ella en la mano
iría al encuentro de los otros.

Dígase lo que buenamente quiera decir
la gente buena o mala.
Dígase (y ríase la gente).




















                                                                               ¡ Y es dichoso aquel a quien aman las musas!
                                                                       De su boca fluye una voz dulce.

                                                                                                               Hesíodo


QUIERE ELLA que le cante 
y a mí llega.
Dulces palabras dice, lisonjera.
De mí se posesiona como de un territorio conquistado.
Sus manos son mis manos, transita por mi piel.
He sentido su pretendido amor por las rodillas
(tanto me engañó).

Sublime engaño del que no me libro;
del que dudo pero que siempre busco.

Corre feliz la mano como guiada
dándole forma al canto más cursi de los cantos cursis.

Corro contrahecho y como alucinado
hasta verme con ella; le llevo mi canción.

Cierra su puerta y me da en las narices.

Así despierto, más también así sigo.
































                                                       ¿Es la voz de mi *** la que oigo? ¿o los dioses me engañan?
                                                                                                                                 Sófocles


¿NO CANTARÉ esa voz tan melodiosa?
Nocturna, como agua fluyente y diamantina
 y de un lugar preciso del contorno

Ondulante, ligera, dulcísima; en ella
se alargaban las palabras; cadenciosas,
en discurso fraternal y amigo:
un acto inenarrable de dulzura.

Que una mujer dormida, aunque lejana,
desprenda de su cuerpo
esa línea sutil que te despierta…

¿Quién podría imaginarlo?
¿quién cantarlo?
De todos es sabido que vivo en el engaño—
y que lo canto.

No sabemos quien emite esas voces de mujeres calladas y distantes,
donde canta la carne
y la conciencia.
Viajan las voces de piedad
y aliento para los hombres solos.
Formas inexpresables, almas prístinas,
voces inmarcesibles.

Atiende a su sentido y no te lo preguntes,
y si puedes –––no puede ser inútil––– cántalo.




















EL OPUS DEI, de todos tan temido...
Me presenta en un sueño
una prueba magnífica y quizá inapelable;
un hombre, por su trato con un niño:

deberás recoger y cargar en tus brazos a la niña sensitiva,
la más preciada, catadora del alma de vivos y de muertos;
la niña de los hombres, la que da testimonio verdadero.

Esa Congregación así me escoge
y me pone a prueba en un estadio lleno (clases altas
y blancas, debo ruborizarme y andarme con cuidado).
Todas las miradas pendientes de mi cuerpo,
mis manos y mis gestos más finos.

Todos saben que me alzo contra todo poder y no concedo.
¿Me probará esta niña que algo tiene de indígena y excedida de peso?
¡Oh sensitiva!

La voz de Dios, parece, no me gusta; la voz del hombre
es lo que más anhelo.

Paso la prueba, todos me saludan: aplausos y felicitaciones.
A sus casas me invitan.
Yo, lobo, me doy la media vuelta…
y fiel a mis andanzas me uno a la primera protesta
callejera alegre y retozando

(pues soy del Opus Dei).






















Su cuerpo es el fuego
Fourier

LA LLAMA no se toca: carne y deseo sin lugar alguno, ardiendo desde el hueso. Leño humeando hasta el cielo. Todo podría verse en su desespero de curvatura ondulante y milagrosa de la línea que tiembla. Fuga y Sueño. No se toca. Ajeno entre los hombres trabajará la entraña y llegará a la lumbre. Pedernal y yesca (por su carne ligera e inflamable). Alejarse es preciso y esperar que se apague por ver en el rescoldo–no ceniza. Puede haber nada ¿y que? Se ha consumido, fue tránsito y conciencia. Sabría el latino, como aquella llama, que la noche puede darle el más justo lugar a todo hombre y hasta decirle <<gracias>>. Le basta con algún encuentro. Arde. La llama tiene corazón y no es azul. No quiere placidez como encendida y apartada vela: quiere incendio. ¿Se creerá fecunda? ¿Por qué el vulgo se ríe?

Arde el hueso, el corazón se incendia. Descerebrada llama. Para qué cerebro si llama quiere ser.

Como dios antiguo busca un corazón inmaculado. Más que ese dios: no será complaciente ni en canto ni en ritual. Flecha ardiente en el aire que dará en el blanco, pues lleva corazón y hueso.

De la llama se exigirá la luz, cuando buscada. Las llamas buscan encontrarse (nunca menos que las Gracias; nunca más que las Musas) y han incendiado un cuarto. ¿Ve el ascua en la ventana? Si se acerca no querrá apagarla. Será usted invitado, como aquella noche invernal en la árida montaña a compartir el mejor fuego y propagarlo.



































ESE HOMBRE que escucho allá a lo lejos, desde aquí podría imaginarlo. Sería el mismo que retrata el mito griego aquel —el más hermoso y revelador y quizá más terrible  — del hombre sumergido en el río, atadas las manos e inmóvil (habrá oscuridad pero no luna), intentará alcanzar, casi la toca con la deseante boca, la rama florecida en fruto que le roza, que se acerca y se eleva y otra vez se aleja. Escucho todos sus jadeos, sus batallas interiores, sus ahogos. Castigado por un dios o sólo castigado. En el agua, en el río seguirá por los siglos deseando, y con hambre y con sed, desear..., deseando.
































































SOMOS los malditos, esa afanosa estirpe; ya en la alcantarilla ya en la buhardilla. Todo erosionamos y buscamos  cenizas queriendo recoger diamantes. Esas cenizas, ese polvo resbalará por nuestra cara como lo quiere Shiva. Los malditos, los verdaderos amorosos, pues en lugar alguno podemos encontrarnos...
(me extravío porque quiero y porque me acomoda):
Qué importa si Tollan estuvo más al Norte o más al Sur;nos  fue arrebatada. Si el penitente se  miró al espejo y después cantó y se convirtió en estrella, poco importa. Simplemente existió y dejó un sendero. Ese hombre es el mío. Ése quiero. Quemarse, quemarse necesariamente para ser fecundo.

Nunca más Tollan, nunca más. Nunca las garzas y el estero ni los atabales; nunca más las acacias. Esos pétalos seguirán hiriéndonos.























































HAY JUICIOS hondos de lo más rotundos que suelen calificar incluso con máximo rigor a aquellos que escribieron y vivieron para dioses públicos.
Voz brillante y diamantina que salta sobre valles, ciudades y colinas —va sobre las tumbas, donde sería escuchada —propagada en los aires. Ésa es la mayor justicia literaria que debiera atender el que cuenta las sílabas. Ante ella toda crítica impresa palidece; es lo parcial, no necesaria. Ahí se encuentra esa alma sin precio, de país, de nación y de gentes.

































































LA VISIÓN ¿Dádiva? ¿Engaño? ¿La Respuesta? ¿El deseo que buscará en la noche? ¿Curiosidad coronada en imagen? ¿Qué? ¿Para qué? ¿Porque el insano escriba?

Cuestión de Dirección y Consejo en símbolo. Asuntos de Naturaleza, como la imagen alemana, en símbolo, su escritura inicial...

Ahí está la mosca, orden y también indicación. Se posa en la taza de café de la fórmula suiza, del peor; se posa, indica. Se posa en el aguacate hass que se ofrece rebanado. Indica, no la atiendo. Se expresa para mí, no lo atiendo. Puedo saberlo y no lo atiendo ¿qué defiendo?

Ahí esta la mosca, en el orden simbólico que muestra y que en otro orden obedezco. Ahí está la mosca, el Orden de las Moscas.





















































PUDE MIRAR al fin al hombre y a la mujer parados sobre su Tortuga (primordial) Por qué Borges tanto se interesó por esa isla. No digamos nombres, poco importan. Pero el hombre estará recargado en ese arce donde hará algunos años pude  mirar un colibrí.

Habrá  un gesto casi imperceptible pero revelador: busca enlazarse y reconciliarse —por eso el colibrí. Mira al lejano país donde se nombran los colores enumerando flores, mariposas y hasta piedras . Habrá coincidencias y videncias compartidas: rectorías imposibles –así lo quiere el mundo. Empieza la Conjura más necesaria que aquella la de Borges de su último libro. Oculta, tiene que estar oculta y como un iceberg apenas tendría que aparecer en los periódicos.  Un árbol lentamente construido....; la floración complementaria de los hombres. ...En la raíz será depositada la oscura gota germinal, sombra y silencio que se elabora en el apartamiento y la desesperanza (sé que digo poco, pero esa gran Conjura existe).

Y como dijo el autor citado: sea profética.

















































Es perder el tiempo conversar contigo;
                                                                                                                   tus obras apenas son analíticas                                                                                                                                                     
                            W. Blake

                             I
Cargar tres notas en el pecho sirve para esto—
puede ser  para una exigencia inescrutable—:
deberías enviarlas a los manes y a los dioses
—a Dios.
Ése oído agradece (así parece).

Yo soy todos los hombres (del Espíritu hablo), aunque escuche esa petición, que no exigencia,
no hinco las rodillas.
¿Estoy equivocado? ¿Puedo hacer otra cosa?
                            II

Esos que están en Roma y purpurados metidos en sus trajes talares sólo ofenden al hombre.
—Esa es una verdad del corazón.
—Y ésa —completa esa parte del cielo, es una verdad interminable.
III
<<El hombre es la ocasión de la razón>> dijo
—hoy— el que hablara de sepulcros blanqueados. Algo dijo también Pablo de Tarso, sin haber en él disposición ni tino.
Lo que dijo mejor fue: <<Que hable él>>.
Así, los dos confluyen, se hacen uno, poniendo en entredicho el origen del edificio todo asentado —se dice— en una roca.
                           IV

<<No me puedes culpar>>, dicen los cielos (pienso en las muchas muertes de todo genocidio):
<<es culpa de los hombres>>.

Dirá Leibniz, recogiendo lo mismo y hablando de lo mismo: Más no puedo hacer (…) tras considerar todos los mundos posibles (aun a costa del sufrimiento de muchos) mi olfato ha elegido el mejor de todos ellos. Tómalo o déjalo.
¡Chitón!

                           V

¿Fui yo o vino Él?: Son los dioses quienes tienen que venir a mí y no yo quien tiene que ir a ellos.
Dijo: <<Te dictaré tres sueños>>. De la muerte hablábamos y ahí yo escogería.

Me preguntó: <<¿Cómo harías para que un hombre confesara un asesinato?>> Me sondeaba y medía; quizá me estimulaba.
Me ayudó: <<¿Cuál será la causa de sus actos?>>
Ahí estaba la sustancia. Bien.

—<<¿Te consideras infeliz?>> Me presentó una visión verdadera, incontestable. No tenía porqué pues considérame así.


—<<Ve al país, México sufre>>. Estaría extraviado, dirigiría mis pasos.

—<<¿Ejerceré venganza?>> ¿Era sólo retórica? Le tomé la palabra.
Anarquista: que cada quien recoja lo sembrado. Habrá que ver.

Recordé a Jeremías (¿Isaías?) cambiando de postura en su camastro y escuchando; dando lástima en las calles. ¿Impostura? ¿Engaño?

No me complico:  soy un hombre.




































QUÉDESE el´Ángel en Abraham y en Jacob; se ve bien ahí, muy bien. Este que veo debe ser arcángel, por los bellos relieves de su rica coraza dorada  que entreveo apenas un instante. Ahí está míralo, qué vienen a hacer aquí, para qué se muestra, diligente, para qué. Si nació persa, por las alas, qué me importa. Qué hace aquí en Aztahuacán, qué en estos llanos. Por qué esa larga fila de Cabalistas y lectores de la Torá en banquetas ajenas para ellos y también para mí. Por qué. Por qué esos trajes negros, por qué tan silenciosos y al parecer humildes. ¿Y aquel más atrás en el tiempo que parecía ayudarme a descifrar palabras?  Por qué así me despides pudo decir Yahvé –Dios, ahora. Qué puedo hacer, a qué viniste, qué quieres, ¡y cómo!

Lo mío son estas numerosas Kuirisïs que desde el lejano lago de Pátzcuaro vienen hacia  mí  por atarme la mano que armada quiere dirigirse al propio pecho: <<detente, no, detente, espera>>.

Pero he de recoger: ya ningún apedreado como en Tannes; ya no un nuevo aserrado vivo por la renovada mano de Manasés. Y ¿qué? Como decía Heráclito: el que se inicia en los misterios, lo hace sin consagración alguna. ¿Y qué?*




                                                       









(Nota:con esta fecha se reporta extraviado del blog la serie de poemas" Homenaje..."  que constaría de 9 o l0 poemas sobre lo mexicano antiguo y que finaliza con una líneas dedicadas a cuahutémoc..se buscó-buscaron los poemas un 26 de noviembre,solicitándolos..sin consederse ni encontrarse...)












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