ELOGIO
(Dos serpientes)
Sólo hay otro valor que vaya más allá de la
belleza: es el hombre.
—coro griego, ahora.
Yo fui infeliz pero tuve un hombre muy
grande, muy grande.
—una
mujer mexica allá en la
sombra.
Hoy he muerto, hoy, a las seis de la mañana.
—dijo el que
renace.
El cuerpo es un arpa. Siempre tocada por los
otros. Que cuando alta canta.
—dijo
el que revela.
Y nuestro destino se derrama en el breve camino
de la vida.
—dijo
el sabio
A los pueblos y aldeas debes llegar descalzo
y preguntando.
—dijo
el indigente.
Te entregaré algunos de mis putativos huesos.
—dijo esa voz que es
todos los
hombres.
<<Lo estropeaste todo>> dijo el
gato. ¿Por qué? le contestó. <<Por hablar>>.
—eso pudiera definir
un destino en
el Infierno.
Y ella en verano vestida, conmovía.
—dijo
el desolado.
Hay en Inglaterra una mujer que no tiene
puente donde construirlo. Gana en dignidad y muere en el pecho de algún triste.
—dijo
el que descifra el viento.
Y el poeta escribió sólo para ir ordenando y
encuadernando velos de la desgracia.
—dijo la voz surgida
de más allá de donde sueñan los leones
amarillos.
Gritaba para sentirse vivo, para quitarse el
tedio.
—refirió
el desasosegado.
El sutil y magnífico coro griego (el de los
altos Archipiélagos) es atacado por la banda de ladrones, togada, que está en
Roma.
—dijo el que se
rebela (el maestro de Baco)
La sangre oye
—dijo
el judío converso
Y de sus dos serpientes quiero una para
ocupar mis tardes intranquilas.
—me
pidió el oculto.
Para ocupar mi carne que infame reza a un
dios público.
—dijo la ciudad que
orina entre mis
sábanas.
No basta el bastón del deseo, urge que seamos
seducidos.
—dijo la vieja
Forkias (ahora).
El hombre libre, en ocasiones, pasta su
libertad.
—(¿quién
lo dijo?)
La cima del Espíritu es el fuego expansivo,
no la concentración del hielo.
—dijo el de
las seca palinodias.
La esencia del Espíritu es estar hambriento
de hombres, no es tirar de ellos.
—dijo el
mismo.
La divina acción no es tan divina.
—dijo
el que duda.
Rompen las flores y a la injusta violeta
regresarla a su casa*
—dijo la voz que
recuerda a
Tonatzin.
Cuando la sed nos lleva a encontrar los
límites.
—dijo el
lastimoso, el del
Espíritu.
Vivió infinitamente asido al divino péndulo
de los girones rotos.
| —dijo
el Verdadero
Lleva siete espadas pero siete noches; ellas
serán siempre su alimento.
—dijo
el mismo
Ya me hablas como de otro mundo.
—dijo
el que dialoga
Haz nacido de padres nobles, mírate las
venas, mas también el rostro: estas hinchado de nobleza.
—dijo…
Viajero, medita, calla, ¡llega la Insondable , nos saluda!
—dijo
mi…
¿Hablarás más de la ironía, quieres más
enemigos?
—preguntó…
Pensionistas de humo…
—dijo…
Hacia dónde va esa calle rebosante de ironía
—pregunto...
* La violeta es propia del hemisferio boreal.
Aunque haya tenido un sonido de Persia en esa
boca
—por
ponerlo en su lugar.
Trepa nítida; golpea con garrote: su
comparecencia suele ser ridícula.
—dijo, otro,
acerca de la filosofía.
A esas formas inmaculadas de los muertos, yo
les llamo negras armonías.
—dijo al que le fue
dado estar por un minuto en la
Asamblea.
No es un bien tranquilo la memoria.
—en el
viento, por todos lados.
Del mundo, de esa amiga ausencia, despertamos
muy tarde.
—de
ahí mismo.
Amor, pido que sea la soberana sabiduría de
la abeja, la que encuentra la muerte en el perfume y encerrada en la flor
—dijo
el oscuro
EL hombre es un ser imprescindible.
—dijo
el Intraducible.
Habla Juárez: <<sólo quiero decir que nunca fui
honrado de la muerte como el padre Hidalgo>>.
—oído en la Asamblea.
Habla Hidalgo: <<sólo puedo decir que no fui honrado,
como Juárez, para la eterna gloria>>.
—de el mismo lugar.
Hay peces en el hombre que dan salud a
cualquiera. Hay peces en el aire que giran, que dan vueltas sobre lechos de
piedras compartidas.
—dijo
el Incomprensible.
Gracias por haber tenido la fortuna de
encontrar un hombre inteligente en esta barranca de la vida loca, loca, loca.
—dijo mi amiga la
serpiente, elogiosa, pasando ancha y larga, como nube, viajando hacia la cumbre
del Tancítaro.
EL plexo solar, parábola al silencio de la
noche, lanza al mundo estridente penas de amor y gotas de sabiduría.
—dijo la garza viajera.
Inútilmente me pregunto si alguien imagina lo
que siento.
—lamento
en una tumba.
Virgen es la que ofrece su larga cabellera
antes que el canon de su entraña.
—habló
el místico.
Eleusino: cualquiera puede ir al río y
encontrar sucia el agua de la verdad que ofrece.
—voz
de más allá del Océano.
Dudaba del sol, pero él no había dejado
huella.
—dijo
la madrugada.
¿Por qué al cuello del infeliz llega siempre
la serpiente?
—preguntó el chamán. (y
eso ¿a quién puede interesar? Replicó un sabio hombre de Partido).
En cada esquina hay una tumba cuyo testimonio
exige ser escuchado.
—dijo el que
no va al cementerio
Llegarás a ciertas verdades, pero no serás
feliz.
—dijo el presocrático.
Aprende del hombre humilde, es uno y par de
todos; paráfrasis de la piedra.
—dijo el a su manera,
sabio, purpurado.
Este hombre enfermo, ingenuo e inseguro, nos
ha dado gotas de rocío por alas de mariposa.
—volvió a intervenir
el mismo.
De la cuerda tosca sale mejor el canto que de
la cuerda lisa.
—sentenció el poeta
montado en el palo más alto del navío.
Fui reservado para ver la mirada cambiante,
siempre innovadora, incómoda, en el trapecio de los símbolos.
—dijo el que
va por la Jungla
Nunca escribirás un libro tan bello como una
mesa
—dijo el que vio la Idea.
¿Sabrá la gravedad de aquella Alejandría?. No
debería olvidarse esa otra verdad, y en la verdad la risa.
—una noche en el viento.
Quisiera descargar una verdad serena en la
belleza de tus desnudos hombros.
—a quien corresponde (los
labios de leve y delicado y fino rojo...)
Contra los élitros del grillo (no lo quiere
el cielo) el deambular afanoso de la hormiga.
—dijo el que
a Gibrán no desprecia.
Hacen falta empresas de pasión.
—dijo el
Antagonista.
Los Dardanelos son algo parecido a un
artefacto de tamaño regular que se adiciona a los zapatos. Sobre todo cuando
tratas de abrirte paso en una ruta, quizá maldita, de tu alma.
—dijo el que va más
allá de un cronopio, pero no lo detesta.
Paséese por el mundo tanto como se pueda la
palabra “amaransia”, nacida tal vez de alguna sangre y quizá con su raíz en
todas—; désele un lugar en la piel del mundo.
—atentamente
el de la voz.
Me dice un poeta <<hay que celebrarlo,
encontramos un libro>>. Otro: <<algo más: alegrémonos del libro que
escribimos; más todavía: ninguno que hayamos leído nos encierra>>.
—un griego a lo lejos
dibuja una sonrisa.
Un poeta es recibido por el justo: Tú, ¿eres
poeta? a ti ¿quién te recibe?
—buena la provocación
del aire. Pasemos a otra cosa.
De los diez millones que no tienen voz —que
es decir poco—, tú ¿qué dices?
— alguien
pregunta. Tú el inútil,
que registra…